Así como Fernando Pessoa escribía parado, Juan Carlos Onetti lo hacía acostado. Vargas Llosa se inspira mirando hipopotámos en miniatura y Juan Villoro, tocando sus llaves. De una u otra manera, algunos autores han logrado hacer de los tics y sus vicios una huella de identidad que conforma un estilo. En PERFIL, un vistazo a esos seres egomaníacos.
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