Hermanados por Buenos Aires, por París y sobre todo por una misma sensibilidad, Alejandra Pizarnik y Julio Cortázar testimonian con su relación uno de los evangelios principales de la literatura: todo está en todas las cosas si se mira con el antifaz de la poesía. La autora de este artículo apunta: “Una sublevación permanente late en los escritos de ambos”.
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