¡Escuchadme, hijos e hijas del mundo! Soy yo y sabéis reconocerme en el verbo que se hace palabra. ¡No soy feliz! Por mi rostro se deslizan lágrimas de sangre que mis ojos colmados de sufrimiento regurgitan continuamente. Mi corazón está afligido por el dolor provocado por vuestras blasfemias en contra del Espíritu Santo ...
Contenido extraido de: http://ift.tt/1lQX0AX